Conociendo al enemigo.

El Helicobacter pylori es una bacteria que lleva conviviendo con nosotros miles de años, aunque se sabe de su existencia desde hace aproximadamente 40.

Es del tipo gran negativa, es decir, presenta doble pared celular, que le confiere mayor resistencia a antibióticos, y tiene forma helicoidal, de ahí su nombre.

Se estima que el 50 % de la población mundial está infectado, pero no todas las personas infectadas llegan a presentar sintomatología o patología alguna, de hecho, la mayoría ni se entera.

Ahora bien, quienes se enteran lo hacen y bien, porque el dolor de estómago, uno de sus síntomas, debe ser parecido a si te acuchillaran varias veces, según describen quienes lo sufren. Esta bacteria no se anda con tonterías, cuando da la cara lo hace sin el más mínimo disimulo.

Además, muchos de estos pacientes sintomáticos, acaban desarrollando gastritis, úlceras en menor medida, y/o cáncer de estómago en última instancia, aunque esto último les pasa a menos del 1 %.

Cabe señalar que Helicobacter Pylori es considerado como carcinógeno de Clase I.

Las diversas enfermedades que puede causar dependen de los factores de virulencia expresados por la bacteria y de la genética del huésped, de su respuesta inmune.

Helicobacter pylori, al que desde ahora llamaremos Hp, por resumir y porque la abreviatura ciertamente le va bastante bien, produce amoníaco a través de la actividad de la ureasa, protegiéndose de la acidez gástrica y otras enzimas, de ahí que sea tan resistente.

Además, su infección también puede llevar a anemia, ya que afecta la absorción de hierro como resultado de la gastritis crónica y la hipoclorhidria.

Después de la infección, HP puede inducir la malabsorción de varios nutrientes y afectar la regulación fisiológica de las hormonas metabólicas intestinales, como la grelina y la leptina, que están involucradas en la ingesta de alimentos, el gasto de energía y la masa corporal.

Como vemos, siendo francos, más nos vale cruzar los dedos y que este bicho no la tome con nosotros, porque las consecuencias son cuanto menos indeseables.

Pero ¿y cómo hago para no contagiarme? (suponiendo que ya no lo estés).

Pues lo cierto es que no es fácil protegerse, recuerda que media población mundial está infectada.

Se transmite vía saliva, heces, y en general descuidar un poco la higiene, especialmente de manos, aunque creo que en esto el coronavirus nos ha reeducado bastante bien. También comiendo o bebiendo alimentos o agua contaminada.

Una vez que Hp llega a nuestro estómago se adhiere a la capa de mucosa protectora y allí comienza a crecer, produciendo amoníaco para protegerse del ácido estomacal. Este amoníaco, por su carácter básico, disminuye la acidez estomacal convirtiendo el entorno en algo más amigable para la bacteria, menuda ocupa está hecha!

Esta alteración en la capa de mucus es lo que puede llegar a desembocar en úlcera, ya que el estómago queda sin su protección natural frente a la acción de los ácidos.

Ahora que ya sabemos cuán dañino puede ser este bichito, veamos cómo afrontar la batalla.

Aviso a navegantes, no será fácil.

La artillería pesada.

Una vez realizado el diagnóstico, ya sea por la denominada prueba rápida de ureasa, por histología, por cultivo, PCR, antígeno en deposiciones, prueba de aire espirado etc., toca enfrentar al enemigo.

La terapia farmacológica de la infección por HP se basa en al menos dos antibióticos combinados con una dosis doble de inhibidor de la bomba de protones (omeprazol, por ejemplo). La eficacia estimada de esta terapia es del 82% (régimen triple) al 92% (terapia secuencial).

El problema es que el tratamiento antibiótico a largo plazo da como resultado la modificación cualitativa y cuantitativa de la microbiota.

La selección de cepas resistentes de HP y otras bacterias intestinales, mejora la colonización del tracto gastrointestinal por hongos Candida y puede conducir a una infección grave por Clostridium difficile.

Además, los últimos años estamos presenciando una creciente aparición de resistencia a los antibióticos nada despreciable que nos empuja de forma ineludible a buscar nuevos caminos para enfrentar esta batalla.

Por tanto, no es descabellado pensar en terapias alternativas que puedan ayudar a paliar los daños colaterales.

Quizá terapia alternativa no es la mejor denominación, ya que con esto no me refiero a “en lugar de” sino en “además de”.

Hoy en día se están llevando a cabo muchas investigaciones en pro de la búsqueda de alternativas a estas bombas farmacológicas, pero lo cierto es que, a fecha actual, aunque se ha avanzado mucho, no se puede decir que exista aún una alternativa real y suficiente para la erradicación total de HP, pero si, que combinado con los tratamientos farmacológicos pueden minimizar los efectos secundarios de los mismos, además de potenciar y mejorar su eficacia.

Y, por tanto, aunque las terapias alternativas no permiten la erradicación permanente de HP, reducen la colonización bacteriana, el grado de inflamación estomacal y la atrofia de la mucosa. Algunos métodos mejoran la eficacia del tratamiento antibiótico tradicional y, al mismo tiempo, previenen sus efectos secundarios.

Que el alimento sea tu medicina, llamando a la segunda línea de defensa.

Los principales estudios sobre terapias alternativas incluyen sustancias de origen vegetal, probióticos, péptidos y polisacáridos.

Existen alimentos y/o suplementos que pueden emplearse como arma de defensa, debido, entre otros, a sus propiedades bactericidas contra el HP.

Por poner un ejemplo, en un metanálisis de ensayos aleatorios prospectivos donde se evaluó el impacto de la adición de lactoferrina a los regímenes de erradicación triple o cuádruple, la lactoferrina aumentó significativamente la tasa de erradicaciones efectivas y disminuyó la gravedad de los efectos secundarios.

Sustancias como los isotiocianatos, presentes en crucíferas (brócoli), muestran actividad bactericida frente al HP, siendo el sulforafano uno de los más estudiados.

En un estudio que involucró a pacientes asintomáticos con infección confirmada, una ingesta de brotes de brócoli de 70 g/día, resultó en una disminución significativa de la intensidad de la colonización.

Muchas frutas muestran actividad bacteriostática in vitro contra HP debido a los derivados fenólicos.

El extracto de arándano highbush exhibe actividad in vitro que reduce la adhesión de HP a la mucosa, los eritrocitos y el cultivo de células epiteliales gástricas. 

Algunos tipos de mieles, como las mieles de roble y manuka, han mostrado una potente actividad bacteriostática in vitro contra HP e inhiben la actividad de la ureasa.

En 1994, Thompson et al. demostraron que los ácidos grasos poliinsaturados, omega-3 y omega-6 inhiben el crecimiento in vitro de HP.

Por otro lado, interesante incluir en la dieta ciertas especias e infusiones que nos ayudarán con la sintomatología e inflamación: cúrcuma, jengibre, manzanilla, etc.

Otros alimentos, como la papaya o la piña, contienen enzimas digestiva que hará de nuestras sobremesas algo menos incómodo. Si estamos con dieta blanda, como más adelante veremos que tocará hacer, se pueden tomar estas enzimas digestivas en forma de suplemento.

Pero, además, como ya deberíamos saber, la mayoría de las veces es más importante lo que quitas que lo que pones. El riesgo de infección por HP no aumenta con el sobrepeso, pero las dietas altas en carbohidratos y endulzadas se asociaron positivamente con una mayor prevalencia, mientras que los granos enteros, las raíces y los tubérculos, las verduras, los hongos, las legumbres, los aceites vegetales, las nueces y las semillas consumidas en abundancia se relacionaron con un menor riesgo de infección en humanos 

Usar bichitos para matar bichitos, una estrategia cuanto menos prometedora.

Ciertas cepas probióticas exhiben actividad antibacteriana resultante, entre otras cosas, de su capacidad para modificar la respuesta inmunológica del huésped, secretando sustancias antibacterianas como el ácido láctico y perturbando los mecanismos de adherencia bacteriana.

El efecto de muchas especies de lactobacilos contra HP ha sido demostrado en muchos estudios, no sólo en cuanto a la eliminación de HP, sino porque también favorecen la restauración del desequilibrio metabólico causado por la infección.

Además, los probióticos minimizan los efectos adversos relacionados con el tratamiento, como la diarrea asociada a antibióticos.

Por tanto, como conclusión, los probióticos por sí solos no dan lugar a la erradicación de HP, pero cuando se combinan con los tratamientos farmacológicos clásicos se produce un aumento en las tasas de erradicación, lo que podría deberse, además de lo anterior, a una reducción en los efectos secundarios asociados a los antibióticos que conduciría a una mejor adherencia del paciente al régimen.

Si, aquí también, ¡bendita Vitamina D!

La vitamina D estimula la actividad antibacteriana inmune innata en varios tipos de células a través del aumento en la producción de factores antimicrobianos, por tanto, la suplementación con vitamina D en diferentes dosis, ayuda a la erradicación de HP.

Los niveles séricos de vitamina D pueden estar asociados con la infección por HP y las tasas de erradicación. En un estudio se investigó la asociación entre la vitamina D y la infección y erradicación por HP, concluyendo que los niveles de esta vitamina están relacionados con la infección por HP, y que la ésta puede tener un papel en su erradicación.

Resumiendo: el mejor plan de defensa.

Además del tratamiento e indicaciones pautados por el médico, un acompañamiento con ciertos alimentos, suplementos, probióticos combinado (o no) con ciertas enzimas digestivas, aumenta considerablemente las probabilidades de éxito en esta dura batalla.

Por supuesto, una pauta dietética de manos de profesional cualificado (dietista o D-N) es innegociable, tu microbiota está bajo mínimos, tu mucosa intestinal presenta numerosos daños, es posible que hasta estés sufriendo indeseables efectos secundarios por culpa de los antibióticos (candidiasis, llagas, dolor, hinchazón, etc.).

De primeras toca dieta blanda, después pauta dietética enfocadas a paliar daños.

Pasar por todo este proceso de la mano de una o un dietista es la mejor apuesta, sin duda.

Bibliografía.

  • Rosanna Capparelli, Domenico Iannelli. Epigenetics and Helicobacter pylori, International Journal of Molecular Science, 2022, 23(3), 1759.
  • Łukasz Hołubiuk, Jacek Imiela. Diet and Helicobacter pylori infection, Przeglad Gastroenterol. 2016; 11(3): 150–154.
  • Ascensión Rueda-Robles, Teresa Rubio-Tomás, Julio Plaza-Diaz, Ana I. Álvarez-Mercado. Impact of Dietary Patterns on H. pylori Infection and the Modulation of Microbiota to Counteract Its Effect. A Narrative Review, Pathogens 2021, 10(7), 875.
  • Luis Fernando Valladales-Restrepo, Yessenia Correa-Sánchez, Brayan Stiven Aristizábal-Carmona, Jorge Enrique Machado-Alba. Treatment regimens used in the management of Helicobacter pylori in Colombia: Helicobacter treatment in Colombia. The Brazilian Journal of Infectious Diseases, 2022, Volume 26 (1), 102331.
  • Sai Sri Penumetcha, Saher Ahluwalia, Rejja Irfan, Sawleha Arshi Khan, Sai Rohit Reddy, Maria Elisa Vasquez Lopez, Maryam Zahid, Alberto Busmail, Lubna Mohammed. The Efficacy of Probiotics in the Management of Helicobacter Pylori: A Systematic Review, Cureus, 2021 Dec 17;13(12): 20483.
  • Asher Shafrir, Michal Shauly-Aharonov, Lior H. Katz, Ora Paltiel, Yishai Pickman, Zvi Ackerman. The Association between Serum Vitamin D Levels and Helicobacter pylori Presence and Eradication, Nutrients 2021, 13(1), 278.
  • Javier Chahuán, Margarita Pizarro, Luis A. Díaz, Alejandro Villalón, Arnoldo Riquelme P. Diagnostic methods for detection of Helicobacter pylori infection, 2020, Medicina Basada en Evidencia en Gastroenterología, 2 (31).
0
    0
    Tu carrito
    Tu carrito esta vacíoTienda
    Abrir chat
    1
    Escanea el código
    Hola 👋
    ¿En qué puedo ayudarte?